Italia celebra los funerales de 289 personas que perdieron la vida en terremoto del lunes pasado.
Los funerales se han celebrado en la plaza de la Escuela de Suboficiales de la Guardia de Finanzas de L´Aquila, donde ha sido instalado un improvisado tanatorio de la tragedia. El país entierra a 150 personas que sucumbieron al peor terremoto de los últimos 30 años, pero los actos también sirven para recordar al resto de los fallecidos.
Sin embargo, muchos allegados han preferido permanecer lejos de las cámaras de televisión. Familiares de más de un centenar de fallecidos han optado por celebrar los sepelios en la intimidad, descartando su presencia en la jornada de hoy. Pese a todo, unos 1.600 familiares y centenares de medios de comunicación han estado presentes en una misa que fue oficiada por el Cardenal Tarcisio Bertone, número dos de la Santa Sede. El rito final de la ceremonia estuvo a cargo del arzobispo de la ciudad, monseñor Giuseppe Molinari. Además del primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi. Numerosas autoridades asistieron a la ceremonia.
Durante el funeral, el Papa Benedicto XVI ha impartido su especial bendición apostólica sobre las víctimas del terremoto a través de un mensaje que fue leído por su secretario particular, monseñor Georg Gänswein, al inicio de los Funerales de Estado que se celebraron en L´Aquila. "Me siento personalmente presente en medio de vosotros", ha afirmado el Papa, que ha pedido a Dios que "seque las lágrimas y cure las heridas" que ha causado este "terrible terremoto".
"En momentos como estos lo único que queda es la fe, que justo en estos días nos habla del sufrimiento del Hijo de Dios", ha recordado el Pontífice en alusión a las celebraciones de la Semana Santa que hoy rememoran la muerte de Jesucristo. En su misiva, el Papa ha asegurado que siguió "de cerca" la tragedia desde el mismo momento en que se produjo el terremoto, cuya fuerza fue "notada también en el Vaticano".
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano ha concedido el permiso para que se pueda celebrar una misa funeral, a pesar de que la norma litúrgica impida celebrar otros ritos ajenos a la celebración del Viernes de Pasión propio de la Semana Santa.