Dicen que en política todo se graba, todo se filtra y todo arde… y Chihuahua no es la excepción. Comenzamos con un teatro sindical digno de telenovela del IMSS, donde el secretario panista Arturo Hernández andaba ofreciendo billetazos para que le soltaran el codiciado terreno del Seguro. El sueño de Arturo no era fortalecer la salud pública, sino hacer del patrimonio nacional una joyita para su causa partidista. Y ahí, como buen galán de reparto, aparece Jorge Herrera con 2,400 votos bajo el brazo (nada legítimos, por cierto), en una elección donde el acordeón electoral, que debía ser la guía del movimiento, fue cambiado como si se tratara de una cumbia desafinada. Morena no fue traicionado… fue saboteado desde dentro.
Mientras tanto, nuestro querido alcalde Marco Bonilla andaba tomándose selfies desde Colombia, muy sonriente, como si Medellín fuera la delegación Cuauhtémoc. Allá andaba aprendiendo sobre movilidad urbana —o eso dijo— justo cuando un camión del Bowi ardía en plena calle como símbolo del fracaso del transporte local. ¡Vaya postal! El Bonilla "fit" resultó menos efectivo que el Bonilla gordito con lentes: ni obra emblemática, ni mallas antisuicidios, ni relleno sanitario, ni puentes iniciados, ni claridad sobre el escandalito de "La Golondrina y su Príncipe". Todo en el aire, como su dron de marketing político.
Y si hablamos de aire, lo que está volando como pólvora son las revelaciones de una supuesta conversación entre Adán Augusto López y el exgobernador Javier Corral, en la que ambos —como si estuvieran en sobremesa— critican al presidente López Obrador y a la actual administración federal por supuestamente "golpear" al exgobernador César Duarte. Que si el juicio es injusto, que si la narrativa ya está muy desgastada… Parece que Corral se olvidó de cómo él mismo construyó buena parte del caso contra Duarte y ahora, extrañamente, pide piedad. ¿Cambio de corazón o de intereses? Porque si algo deja claro ese audio, es que en la política los enemigos de ayer pueden ser los cómplices de hoy. Y que algunos exgobernadores no saben cuándo quedarse callados.
Y mientras todo eso ocurre, la gestión de Marco Bonilla se sigue desmoronando sin necesidad de fuego amigo. A un año de su segundo trienio, la ciudad sigue sin ver obras de fondo, pero eso sí, abundan los boletines, los espectaculares y las poses. El relleno sanitario sigue sin construirse, las obras prometidas siguen empantanadas, y las mallas antisuicidios siguen en papel. Lo que sí está claro es que la transparencia municipal fue traicionada por su propio discurso, y que mientras más se promociona el gobierno, menos resultados se ven en las calles.
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