Hace algunos días, el Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, haciendo uso de la libertad de expresión que distingue a nuestro democrático país, manifestó su ingenuo deseo de que las diversas fuerzas políticas se dieran a la tarea de redignificar desinteresadamente la noble profesión política. Y lo califico como ingenuo ya que estimo que el ciudadano presidente parece olvidar que si de algo se puede jactar la clase política nacional, es de contar con una característica congénita, casi innata; la adoración de los políticos por el protagonismo. Y para apreciar esta maravillosa cualidad, no es necesario seguir metódicamente los acontecimientos políticos, basta con sondear la percepción existente de una mayoría de la población en lo concerniente a los partidos políticos.
Y es que los partidos están lejos de ser lo que supuestamente se planeaba al surgir como eventuales entidades cuyo fin último sería promover la evolución y desarrollo democrático de todo un país. ¿Qué remota relación podríamos encontrar entre el Partido Revolucionario Institucional nacido en 1929 con el partido actual? Indudablemente que el PRI existente está drásticamente lejos de ser lo que fue o lo que pretendía ser; un partido que buscara el bienestar general y el enaltecimiento de la patria o como el Lic.
Antonio Villalobos declaró en una convención en 1946:
"Solamente iniciando un retorno a la época heroica e idealista de la revo¬lución, en el sentido de sobreponer los intereses colectivos a los mezquinos intereses individuales, podremos afrontar las crisis políticas y de cualquiera otra índole que traten de provocar los eternos enemigos del proceso…".
Hoy en día es realmente difícil lograr diferenciar los credos de las diversas fuerzas políticas nacionales. La mayoría de nosotros ya no logramos distinguirlos los unos de los otros y tanto la izquierda como la derecha y el mismo centro carecen de una ideología auténtica.
Lo más grave es que ellos están convencidos de que el pueblo aún se traga sus promesas populistas y repetitivas, ¿cómo les podemos hacer entender que estamos hartos de su ineptitud, de su mediocridad?
Su labor diaria consiste en impedir que personas capaces y honestas lleguen a los mandos donde más se requiere de los más excelsos valores, pues saben que de arribar perderían toda oportunidad de seguir absorbiendo las riquezas que el erario público les ofrece.
Es inconcebible que en medio de una de las crisis más densas que ha atravesado el país en los últimos años, los actores políticos se empeñen en flagelar aún más el padecimiento de una sociedad desorientada, confundida y desesperanzada.
No obstante, el daño aún es remediable, la cura somos nosotros y la fórmula consiste en fecundar la semilla de una nueva generación de líderes cuyo propósito sea devolverle al pueblo la confianza y la credulidad que los políticos se han encargado de destrozar; confeccionando una fresca y más sana forma de gobernar, tomando por principio las reformas impostergables, reprobando o aprobando decisiones que ameriten análisis sinceros y constructivos; peleando hasta los más altos límites, ofreciendo si es necesario sangre, sudor y lágrimas para enaltecer a nuestro majestuoso país.
Aún estamos a tiempo de enmendar los errores que hasta el día de hoy seguimos permitiendo que contaminen la pureza de los genuinos ideales. Nuestro deber es luchar hasta la última de las consecuencias, despojando del hechicero y seductor poder a quienes se han dejado corromper por él.
Es cuánto.
Stephanie Dubar Galindo