Apenas podía caminar. Los calambres lo amenazaban. Pero Juan Ignacio González se levantó como pudo, con el corazón en la mano en la búsqueda de la pelota para cabecearla y hacer el gol que hoy le permite a La Fiera rugir como bicampeón del futbol nacional.
Gustavo Matosas gritó al cielo, con los brazos en los costados, los puños cerrados y el cetro revalidado. El gol de su defensa (111’) hizo que su alma se elevara hacia la gloria, porque ha llevado al León a quedarse con su séptimo tìtulo de Primera División. Esos Panzas Verdes escalan y escalan peldaños en los equipos que más gloria han tenido en la historia, ahora mismo han alcanzado a los Pumas (lugar 5).
El silencio del estadio Hidalgo fue la fiel repercusión del final de la guerra fraticida entre los hermanos Martínez Slim. El de color esmeralda (que ayer se vistió de fucsia) acudió a la casa de su cosanguíneo tuzo para acribillarlo con el 0-2 que definió un 4-3 global a su favor.
En el palco de honor, Jesús Martínez Patiño, quien creó un imperio a partir del Pachuca, hizo una mueca de descontento. Se le fue un título que su club consentido necesitaba para saldar años de malas cuentas, al tiempo que el León volvía al máximo circuito, tras una década en el infierno y que ahora ve consolidarse como un equipo que empieza a formar una dinastía, bajo la dirección de su hijo, Jesús Martínez Murguía.
Carlos Slim, su socio y quien ha tomado como suyo al cuadro de La Fiera, sonrió, sin perder demasiado la compostura. El tanto de González, ese humilde chico que es un fiel escudero de Rafael Márquez en la zaga, hizo un poco más feliz al hombre más rico de México.
El juego de anoche siempre se mantuvo en el alambre. Pachuca jugó aferrado a una ventaja "muy" mínima, como lo había avisado su técnico, Enrique Meza. Ese 2-3 obtenido en la ida, era insuficiente para terminar de matar a un León que demuestra pundonor, coraje y no deja de meter la pierna en pos de su orgullo de Fiera. Los Tuzos terminaron por ceder a la oleada bravía.
Un remate de Mauro Boselli rompió el juego, lo regresó al empate global y obligó a su hermano a cambiar su estrategia. El argentino se levantó ante un centro de José María Cárdenas. Solo, sin mayor marca, cabeceó a quemarropa sobre el arco de Óscar Pérez. El Conejo tuvo la fortuna y el destino en su contra. Tocó el esférico, pero un capricho empujó el rebote hacia el fondo de la portería hidalguense (65’).
Boselli corrió eufórico por toda la banda, buscó a a su técnico, Gustavo Matosas, y éste lo abrazó como el predilecto de sus hijos. Le felicitó, mientras las caras juveniles de los Tuzos se mostraban contrariados, con su apuesta por el contragolpe muerta, porque necesitaban anotar para acercarse al título del futbol mexicano.
La final emparejada 3-3 en el marcador global hizo que las precauciones se tomaran aún más en cuenta. Los dos equipos sabían que un gol de cualquiera sería el despedirse del trofeo de campeón. Los guanajuatenses se volvieron cautelosos y Pachuca, de pronto, no supo qué hacer con el balón.
Así, hasta los tiempos extra. León mucho más fuerte que sus hermanos tuzos. Los avances esmeraldas fueron siempre con mayores dosis de veneno que los locales. Pachuca se quedó desconcertado, como si no supiesen que la serie final era de 180 minutos o más, como sucedió, y no de 90.
Los penaltis lucían en el horizonte. Pero González, con las amenazas físicas que tenía su cuerpo ante el desgaste de tanto esfyuerzo, se sumó al ataque. Marcó el gol del bicampeonato, con lo que León iguala a lo hecho por Pumas, en 2004.
La final de la multipropiedad fue celebrada con un rugido de fiera. Aunque da igual, de todos modos, Grupo Pachuca puede celebrar. Jesús Martínez Patiño, tampoco puede estar tan triste.