Si José Revueltas estuviera vivo, miraría con decepción la casa de sus padres en Santiago Papasquiaro, Durango, y denunciaría la inversión de cinco millones de pesos en un museo inconcluso; cuestionaría los malos manejos administrativos de las autoridades culturales, la mala calidad en los materiales constructivos, el falso histórico que luce la fachada de la casa y preguntaría cómo fue que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha autorizado su apertura aunque está sujeto a un procedimiento legal.
Luego sonreiría al saber que su casa de infancia, ubicada en el Centro Histórico de Durango, es florería y casa de antigüedades y que pertenece a un propietario privado. Dedicaría dos muecas de sarcasmo, una a la colonia que lleva su nombre, porque es una de las más pobres del Estado, y otra a San Andrés de la Sierra, el pueblo donde nacieron sus padres y que hoy es dominado por el crimen organizado.
Preguntaría con curiosidad por qué la Universidad Juárez de Durango no se interesa en acercar su obra a los jóvenes; miraría con escepticismo el Museo Villa, donde se montó una sala con su nombre para exhibir dos piezas dignas de un héroe patrio: su máscara mortuoria y uno de sus brazos hecho en bronce.
Seguramente cuestionaría que en Durango las personas idolatren tanto a Pancho Villa, que el Teatro Ricardo Castro se utilice tan poco y que exista un Festival Internacional Revueltas y sea el pretexto para que canten artistas como Susana Zabaleta, Café Tacuba, Lila Downs y Cats el Musical. Y seguramente rechazaría un homenaje centenario por su nacimiento mientras los normalistas duranguenses abandonan las aulas para ir a la Ciudad de México por Ayotzinapa.
Éste es un recorrido de Excélsior por algunos de los espacios ligados a la memoria del escritor mexicano José Revueltas, en Durango, entidad que lo vio nacer a semanas de que inicien los festejos por el centenario de su nacimiento.