El Papa Francisco retiró hoy los derechos y las prerrogativas propias del cardenalato a Keith Michael Patrick O’Brien, arzobispo emérito de San Andrés y Edimburgo, por un escándalo sexual que sacudió a la Iglesia católica en Escocia.
Según informó el Colegio Cardenalicio en una breve nota, Francisco aceptó la renuncia del clérigo al cardenalato, "presentada al término de un largo itinerario de oración".
"Con esta decisión, su santidad manifiesta a todos los fieles de la Iglesia en Escocia su cercanía pastoral y los anima a continuar con confianza el camino de renovación y reconciliación", indicó el comunicado.
Los derechos y prerrogativas del cardenalato están establecidos en los artículos 249, 353 y 356 del Código de Derecho Canónico, la ley fundamental de la Iglesia católica. La principal tarea de los purpurados es elegir al Papa.
Ellos también asisten al líder católico en el gobierno de la Iglesia universal, "colegialmente" cuando son convocados para tratar juntos cuestiones de más importancia, y también "personalmente", mediante los distintos oficios que desempeñan.
Para encontrar el antecedente de un cardenal que renunció a su título es necesario remontarse a 1927, cuando el francés Louis Billot presentó su dimisión al Papa Pío XI.
El escándalo de O’Brien se remonta a los últimos meses del pontificado de Benedicto XVI, cuando llegaron hasta El Vaticano las denuncias de algunos seminaristas que lo acusaron de haber sido abusados en la década de los años 80.
Pocos días antes de dejar el pontificado, el 25 de febrero de 2013, y en medio de una crisis mediática, Joseph Ratzinger aceptó la renuncia anticipada del purpurado a su puesto de arzobispo San Andrés y Edimburgo.
Posteriormente, el entonces cardenal lamentó lo sucedido y admitió que "hubo veces que mi conducta sexual se ha caído debajo de las normas esperadas de mí como un sacerdote, el arzobispo y el cardenal".
Por esta misma razón, desistió de participar en el Cónclave del cual salió electo el Papa Francisco y que tuvo lugar los días 12 y 13 de marzo de 2013.
Ya siendo pontífice, Jorge Mario Bergoglio ordenó a O’Brien someterse a un largo periodo de oración y penitencia fuera de su antigua diócesis. El resultado final de ese itinerario fue el retiro del cardenalato.