El sol cayó a plomo ayer sobre una Ciudad de México que abrió sus arterias de asfalto para que El Rey del Jaripeo diera su última cabalgata. Sin embargo, esta vez no fue uno de sus preciados equinos el que transportó a Joan Sebastian sino una lujosa carroza, plateada, de la marca Rolls Royce, con vestiduras de piel negra en señal de luto por la reciente partida del tan querido Poeta del Pueblo.
José Manuel Figueroa, hijo del fallecido compositor, compartió, sereno, sin lágrimas, que la decisión de llevar a pasear el cuerpo de su padre por la capital es porque quería que su gente lo despidiera como se merece.
"El cariño y la admiración por la música y la voz, y los años de trayectoria de mi padre han sido tan grandes y abundantes que esto se nos ha salido de control. Hemos decidido darle una despedida, que exige el pueblo de la Ciudad de México.
"La Gran Tenochtitlán quiere despedirse de mi padre por eso hemos decidido dar un recorrido con él, para que la gente que quiere verlo o cantar sus canciones lo pueda hacer", dijo el también cantante en el Centro Cultural Roberto Cantoral, donde la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM) organizó un último adiós a su amigo.
La procesión dio inicio a las 15:35 horas. Figueroa había compartido que don Vicente Fernández llegaría a montar una guardia, pero el Charro de Huentitán jamás llegó.
Sin más demoras el féretro de madera con el cuerpo del cantante salió. Un grupo de hombres con traje negro hizo los honores de llevarlo en hombros por una vereda de cemento, custodiada por elementos de seguridad y seguidores que acudieron al homenaje.
A su transitar llovieron rosas, pétalos; algunas señoras no contuvieron las lágrimas.