Los botones del ascensor del Hotel Metropolo de Wuhan están cubiertos por un plástico que se cambia cada pocas horas. Aún así, nadie se atreve a tocar el botón con el dedo. Jiu, una de las limpiadoras, señala que es mejor hacerlo con el codo. La mujer tiene atada a la espalda una bombona con líquido desinfectante. Su indumentaria recuerda a la película de Los cazafantasmas. Sólo que ella lleva también una doble mascarilla.
Al llegar a la planta 11, Jiu saca la manguera y rocía todos los pasillos. Después, extrae del bolsillo varios sobres con toallitas desinfectantes que va repartiendo a cada huésped. Llama a las puertas con el canto de la manguera. Mantiene una distancia prudencial y se disculpa por no poder entrar a limpiar las habitaciones. "Sólo limpiamos, desinfectamos y cambiamos las sábanas cuando el cliente ya ha dejado el hotel", explica.
El mensaje que autoriza la salida y facilita el billete de tren para salir de Wuhan, aún no ha llegado. Pese a que la ciudad lleva abierta desde el miércoles, no se pueden comprar billetes en la página web habitual. Hay que esperar a que, mediante una aplicación del móvil, las autoridades locales den el visto bueno a la partida de cada viajero. Para volver a Pekín, por ejemplo, además hay que presentar los resultados del test de coronavirus. Y hay un límite de sólo 1.000 personas al día que pueden regresar a la capital. Al llegar, espera otro test en el hospital y 14 días de cuarentena en casa.
Esta es la nueva forma de viajar en un país que está en la última fase de la pandemia: la vuelta, paulatina, a la normalidad. En China ya hablan de tiempos post coronavirus. Es importante destacar que estamos en el epicentro, en el lugar donde todo empezó. Y, si extrapolamos esta experiencia a España, desde aquí se podría vislumbrar la semana en la que Madrid vuelva a abrir sus puertas, la gente retorne a las calles, pero aún con muchos controles y limitaciones para salir de la capital.
Pese a todo, el Domingo de Resurrección en Wuhan hace honor a la simbólica fecha. Hace cinco días que esta ciudad en el centro de China resucitó por completo. No es fácil borrar las secuelas, sobre todo psicológicas, tras más de dos meses y medio de confinamiento. Lo cierto es que la vida ha vuelto a las calles: tráfico normal y bastante gente por las zonas comerciales si el buen tiempo acompaña. Aunque aún impera cierto miedo entre la población. Sobre todo por la preocupación a los casos asintomáticos. También por los importados de otros países. Aunque en Wuhan, al igual que en su provincia, Hubei, desde hace una semana que no se reporta ninguno.
Siguen prohibidas las aglomeraciones, pero cada vez hay más tiendas y mercados al aire libre que se animan a abrir. La mayoría de los restaurantes, en cambio, únicamente atienden a la hora de pedir comida para llevar. En el interior, las mesas permanecen precintadas. Las empresas si que están volviendo a operar con cierta normalidad, y ha vuelto el ruido de las obras que se quedaron a medias tras el cierre. También, según los datos de las autoridades, el 98,5% de los complejos residenciales están "libres de infecciones". Es decir, que todos los vecinos pueden moverse libremente por las calles, coger el metro, autobús, u obtener los permisos para salir en tren o en avión a otra ciudad, siempre que se tenga el código verde de la aplicación de salud que verifica que están sanos.
En Wuhan se reportaron, oficialmente, más de 50.000 infectados y 2.577 muertes. La duda en las cifras persiste. No sólo entre la población. Incluso algunos médicos, en voz baja, están convencidos de que se han deshinchado el número de muertos. Pero la propaganda de victoria frente al coronavirus por parte del Partido Comunista no cesa. Desde el epicentro, a diario las autoridades organizan para los periodistas tours por los puntos claves de la lucha contra el Covid-19. El sábado tocó ir al Hospital de Leishenshan, uno de los dos centros que se construyeron en 10 días para descongestionar las Urgencias del resto de hospitales colapsados de la ciudad durante las semanas más duras del virus.
Las obras de Leishenshan se emitieron en directo en uno de los canales de la televisión pública. También en redes sociales. Retransmisiones que seguían más de 20 millones de personas a la vez. El seis de febrero se puso a disposición de los pacientes este nuevo hospital, construido en varios módulos, con 1.400 camas. Aquí se han atendido a más de 2.000 infectados. En la visita del sábado, aún quedaban 14 personas ingresadas.
Durante una conversación con los periodistas, el doctor Wang Xinghuan, que dirige el Hospital de Leishenshan, destacó la importancia de usar mascarillas para contener el brote. "No llevarlas es estúpido", soltó. "Si no se usan, no se podrá controlar la epidemia", sentenció. Su colega Zhao Yan, subdirector del Hospital Zhongnan, también en Wuhan, repasó el efecto del coronavirus en Occidente, destacando que puede estar mutando porque "los síntomas han variado" respecto a los contagiados en China, como la pérdida del gusto y el olfato.
Casi todos los bloques del Hospital de Leishenshan en los que atendían a los pacientes ya están sellados. En los que permanecen abiertos, las paredes están llenas de dibujos y mensajes de ánimo que pintó el personal sanitario. De vuelta al centro de la ciudad, hay cola para entrar y pedir comida en una famoso restaurante de fideos. La gente charla y se retira la mascarilla para fumar. Mientras, en ambas esquinas de la calle, hay un equipo de hombres, vestidos como la limpiadora Liu, que están desinfectando todo lo que se encuentran por el camino.