Hoy es 28 de Noviembre de 2024

Parto de la premisa en el presente escrito, con el ánimo de que quede bastante claro, de que los seres humanos somos animales. Existe una rama de la biología (como ciencia encargada de estudiar los entes con vida) llamada taxonomía, que es la que se encarga de clasificar a los seres vivos, y su teoría clásica establece que existen en la naturaleza cinco reinos, a saber: plantae (de las plantas), fungi (de los hongos), protozoo (de los protozoarios), monera (de las bacterias) y animalia (de los animales). Como no existe un reino específico referente a los seres humanos, y en virtud de las características físicas que éste posee, fue clasificado por la aludida ciencia en el reino animalia. Pero este razonamiento no es comprendido del todo por muchas personas, toda vez que se les enseña que un animal es un ser inferior, y siendo tan ignorante piensa "pero cómo voy a ser yo un animal, animal lo serás tu". Ahora bien, lo que nos distingue al ser humano del resto de los animales es la capacidad del uso de la palabra (aunque está en discusión si es más eficiente la comunicación humana, o la de los delfines, toda vez que estudios han revelado que su sistema de comunicación es bastante complejo), y por ende, la capacidad de RAZONAR.

Curiosamente a lo largo de la historia, y aún en el presente, esta capacidad para razonar que poseemos TODOS los seres humanos, ha sido coartada de la manera más cínica y ruin que podamos imaginar. En la antigua Grecia, los filósofos revoltosos (empezando por el Gran Sócrates) eran condenados a muerte bebiendo la cicuta. Es sabido que Aristóteles también fue condenado a tal pena, la diferencia es que él logró escapar. Más delante, en la edad media, la época conocida como oscurantismo, que en lo particular lo califico como la peor atrocidad que el ser humano ha hecho en la historia, y no precisamente por todas aquellas personas que fallecieron en la Santa Inquisición durante un milenio, sino por que gracias a Justiniano, quien cerró todas las escuelas filosóficas, se inició la negra época en la que el ser humano tenía exactamente la misma calidad de los demás animales, tal como lo expliqué al principio del presente texto, porque carecía de su facultad para RAZONAR. Y esto se dio por el miedo que le infundían los entes de poder, que en este caso era la Iglesia, siguiendo la teoría del filósofo romano Ambrosio, quien afirmó que el poder espiritual de la Iglesia está por encima de todo, incluso por encima del emperador. Idea por demás estúpida, en virtud de que ni al mismo Jesús se le ocurrió, y estoy seguro de que no fue esa su intención al mandarle a Simón que fuera la piedra angular en su Iglesia. Aunado a esta teoría, nos encontramos con que la Iglesia ya establecida como ente de poder le dio por materializar la Ciudad de Dios de San Agustín, misma que sólo era habitada por hombres virtuosos, elegidos por Dios, y los paganos simplemente no entraban, y por esta razón, después de la muerte pasarían a habitar alguno de los nueve círculos a los que se refería Dante Alligheri. Era de esperarse, que los seres humanos oprimidos bajo ese régimen, simplemente para ser aceptados en el Cielo, prefirieron ser igual a las bestias.

Pero eso era entonces. Ahora, en pleno siglo del progreso, ¿por qué sigue habiendo tanto rezago intelectual? Es el colmo que el Estado haya invertido gran parte de su presupuesto en medios para alejar lo más posible a los seres humanos del intelecto. Si bien actualmente no es factible usar la fuerza para oprimir el pensamiento, si lo es el hecho de distraer la gran capacidad de la mente con otros medios. El primer medio que se me ocurre es la televisión. ¿Cómo puede ser posible que en las grandes televisoras se transmitan la mayor parte del tiempo programas destinados a fomentar el ocio? Programas que propagan la cultura estúpida de que es más importante que algún artista famoso se haya declarado homosexual a que existan cada vez mas tropas y fuerzas armadas en las ciudades (y apelo a que tampoco existe el conocimiento de que grandes juristas afirman que tener a la fuerza pública en las calles es lo peor que puede hacer el estado). Se ha llegado a tal grado de que los programas en los que se discute el porvenir del país se transmiten o muy temprano en la mañana o muy tarde en la madrugada, para que sólo unos cuantos sean los que se sienten a apreciarlos. Esto, mi muy querido lector, es para mi equiparable a la hoguera en la que se quemaban los herejes en la edad media. A través de la televisión te infunden el miedo que en la edad media infundían en la misa. Pero créeme, más miedo les va a dar a las televisoras y al Estado mismo, el día que tu decidas apagar la televisión.
Es cuanto.
Omar Villagómez Macias.