Quienes creen en la repetición cíclica de los acontecimientos históricos esperan fervientemente, unos más, otros menos, que esa consigna al parecer tan mexicana se repita, la de sublevarnos violentamente cada 100 años, sin faltar a la cita y someramente me atrevo a deducir que haciendo contradicción a la costumbre de la impuntualidad, esta vez como cada siglo llegamos a tiempo.
Las especulaciones que pueden llevar al caso son muchas, el origen de una nueva insurgencia solo requiere a fin de cuentas retomar a las mismas causas de hartazgo social, descontento, encontrar a un par de caudillos, causas sociales, buenas intenciones y nobles sentimientos de amor a la patria, pero ¿En esta sociedad los encontramos?, mientras nos perdemos en la maraña política o babeamos ante la enajenación televisiva intentando encontrar los ingredientes de esa salvación cíclica perdemos la noción y dejamos a un lado nuestra realidad: el estallido ya ocurrió, el hartazgo social se tergiverso en resignación absoluta, las buenas intenciones y los nobles sentimientos se reemplazaron por malos guiones, pésimos actores y líderes de opinión cuyos hilos de títere son tan visibles que para no responsabilizarnos de la propia opinión maquillamos hasta perderlos de vista.
Quien sería capaz de negar que al igual que los anteriores ídolos, la imagen del narcotraficante representa lo que la sociedad anhela, envuelta en su vorágine consumista, quien cuando el 60% de jóvenes entre 13 y 17 años afirma que la mejor profesión para su futuro es la de narcotraficante.
Los caudillos de hoy, aparecen en Forbes, son idolatrados con igual pasión mitificadora, en la secuencia de dinero, poder, mujeres y un corrido, si es así, ¿no será porque ello representa la voz social?, ¿no es eso lo que se privilegian nuestros propios intereses? Esa resonante creencia en que medimos la historia de nuestro país en héroes, en Villas, en Zapatas en Morelos o en Hidalgos, esa también se repite, solo que esta vez los insignes caudillos han arrebatado la voz popular amordazándola, adormeciéndola a razón del consumo de estupefacientes y silenciándola a la sinrazón de la fuerza y el miedo de un arma en la sien.
No busquemos el estallido social en los pasados esquemas rígidos, la formula en esencia es la misma y por eso es que tal vez ha fallado, si anteriormente se develaban en héroes a quienes expresaban los intereses comunes o populares, los caudillos de hoy, lo hacen igual, si bien mi intención no es generalizar, puesto que tengo fe en las intenciones de la sociedad, cada día esta misma me reírtela lo contrario, lo veo en cada actitud, lo escucho en cada narcocorrido, inunda lo que podemos percibir de nosotros mismos.
Y como sociedad, intentamos desesperadamente organizarnos, o hacer un bosquejo de ello, correr a las urnas, gritar ante la autoridad, exigir ante quien tengamos que hacerlo, pero deberíamos hacerlo frente al espejo también.
¿Aa donde se dirige ese ataque formal, pseudo - frontal?, ¿es a la raíz del problema? O solo la forma cíclica, el método conocido, usado de resolver la problemática.
La autoridad pregona un combate "frontal", pero que es lo que hay en ese frente, un combate frontal implica que de todas las formas posibles que afecta el problema, en cada aspecto en que se infiltra debe ser abarcado, analizado y conjuntar una suma de esfuerzos para que dicha solución sea integral, pero en cambio prevalecen los términos bélicos y el esfuerzo frontal se reduce a que la guerra contra el narcotráfico se desenvuelva en todo el territorio, en cada plaza, en cada frente físicamente palpable, en toda coordenada. Usando para la defensa de los ciudadanos un ente que históricamente se ha caracterizado por nunca haber sido capaz de defenderlos, que al contrario los ha perseguido y silenciado: el ejército nacional.
¿Pero que sucedería en el caso que esta crisis logre solucionarse?, si es que mediante este método se lograra, sin no aprendemos de él, si el miedo o el desinterés nos vencen y no somos capaces de aprender y reflexionar sobre el suceso, aprender de nuestro pasado para no condenarnos a repetirnos no ha funcionado en nuestro caso, pero no es porque sea mala la teoría, es porque no comprendimos su esencia, no es que cada 100 años se active un resorte y salgamos a resolver las problemáticas acumuladas en este tiempo con fusil en mano, en México se han vivido distintas crisis, económicas, políticas o sociales y en pocas existen verdaderos paralelismos, pero los queremos encontrar por fuerza, la solución no está en plantilla, cada fenómeno requiere de su propio análisis y este requiere de uno muy cuidadoso, porque en el país no ha existido una crisis social tan profunda por esta causa, la de la violencia exacerbada por el crimen organizado, no ha menos en esta dimensión.
Las condiciones evolucionan a ritmo que la sociedad lo hace y con ella debe surgir un nuevo análisis, que de claridad y perspectiva para una verdadera solución, del pasado se aprende a analizar qué factores influyen como la sociedad que somos, con las características propias, pero el peso especifico de cada uno de estos factores no es único, sino relativo y siempre en función de otros más.
Es difícil aceptar que un país que no ha logrado aprender de su pasado aprenda del pasado de otros países y culturas, sin embargo nutrirse, no asimilar o copiar, de la experiencia ajena es un ejercicio saludable y tal vez necesario dada la inexperiencia de nuestro país en torno a problemas de violencia en esta escala, por motivos de crimen organizado, no a escala en que han caído países como Italia, Estados Unidos, Colombia y otros casos similares, pero de todos es importante aprender en función de las características que de ellos se entrelacen a las que nuestra sociedad padece.
Vladimir Alejandro Armendáriz Romero.