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Por: Jaime GARCÍA CHÁVEZ

Quien haya visto el documental Inside job (Trabajo Confidencial o Dinero Sucio, por su doble traducción al español) se queda con la conclusión de que las certificadoras financieras son cómplices de los más turbios negocios que provocan catástrofes en el mundo entero, como la gran quiebra y crisis capitalista de 2008 en los Estados Unidos y que extendió sus nefastas consecuencias a la economía global. Antes de esta crisis, quienes leían las páginas financieras de los principales periódicos de los Estados Unidos pensaban que todo iba bien, que podían colocar sus fondos de inversión con absoluta seguridad, para darse cuenta un día después que habían sido víctimas de la rapiña, la defraudación, que enriqueció a unos cuantos con altísimas utilidades en millones de dólares, contrastando esto con los muchos que tuvieron que perder todo su patrimonio, empezando por sus propias casas.

Los grandes directivos de las calificadoras amasaron fortunas astronómicas y los bancos que ellos recomendaban con una salud financiera envidiable hubieron de declararse en quiebra. 2008, en la óptica de prestigiados economistas, es una crisis similar a las más graves que reporta la historia del capitalismo. De hecho aún vivimos dentro de ella y padecemos sus consecuencias. La lección fue obvia: existen estas agencias que se encargan, para decirlo de manera sencilla, de recomendar la buena conducta de las instituciones financieras a efecto de persuadir a todo mundo de algo muy bondadoso pero que no existe; al contrario, lo que se tiene en presencia es la voracidad, producto de una desrregulación absoluta que le da a los grandes financieros las posibilidades de hacer y deshacer a escala mundial. En otras palabras: las certificadoras están al servicio del engaño y producen, por pedido, lo que les soliciten acreditar a cambio de ganancias enormes y, a final de cuentas, absolutamente parasitarias.

Los dos párrafos precedentes quieren ser un simple marco para referirme a un delicado asunto de Chihuahua: su deuda, su creciente deuda. Empiezo por decir que el gobierno actual la ha incrementado de manera tal que está enajenando la voluntad política de futuras generaciones y gobiernos que se convertirían en simples pagadores de los despropósitos que hoy se realizan. Los informes de gobierno, y no me voy a meter en el azaroso camino de reproducir cifras sobre las que no se puede tener confianza, son omisos a la hora de explicar exactamente qué se debe, cuál es el monto de la deuda, a qué se aplican los créditos. En este terreno reina la absoluta opacidad y el lenguaje para abordar este tema por parte de las autoridades suele ser nebuloso, esquivo y del todo incomprensible para el ciudadano común y corriente, y no se diga contra los contribuyentes que hoy están en revuelta. Si usted desea informarse de esto, no le recomiendo la página periódica del gobierno donde se enmarcan en partida doble ingresos y egresos. Es un jeroglífico y además maquillado.

Pero para engañar, al igual que se hizo en los Estados Unidos, ahí están las certificadoras, que recién se han pronunciado con relación a la deuda chihuahuense por boca de HR Ratings, que prácticamente confecciona un dictamen a la manera que un cocinero le prepara a un comensal de restaurante el filete que pidió a la carta. Según esta certificadora tiene Chihuahua alta calidad crediticia, seguridad de pago oportuno y no reporta riesgo alguno. Esto es lo que está escrito en español inteligible. El resto de lo que se conoce hasta ahora está descrito en un lenguaje estrafalario en el que se dice que los flujos futuros de estos créditos se mueven en medio de "estrés cíclico" y/o "estrés crítico", cualquier cosa que esto signifique. También afirma que la cetificación quirografaria es "HRA" con perspectiva estable por estar arriba de "HRBBB", y no hay efecto sobre lo que se da la certificación final de los "Ceburs". ¡Vaya información! ¡Qué transparencia! ¡Qué comunicación con la sociedad! Para mí que ni el mismo Champoleón, que descifró el lenguaje sagrado de los egipicios, podría darnos luz a partir de estos datos. Casi podemos decir que es más asequible que un chihuahuense lea la piedra Roseta y la entienda antes que lograr abrir una rendija por donde salga la luz que dice prodigar la certificadora que le hace el trabajo al gobierno para engañar a los chihuahuenses.

Lo que queda absolutamente claro de todo esto es que el principal ingreso que tiene Chihuahua, producto del Impuesto Sobre Nóminas y su fondo general de participaciones del Presupuesto federal, es lo que garantiza a los banqueros voraces sus préstamos usurarios. Garantías por lo demás que no pueden estar en el riesgo en el que se les ha colocado por una administración absolutamente desordenada como la que encabeza César Duarte y el neófito en finanzas públicas Jaime Herrera, par de funcionarios que vertebran la galopante corrupción que hay en Chihuahua y que toca también a la institución conocida como Unión Progreso. No olvidemos que cuando estaba fresca la frase "el poder es para poder", el cacique mayor de Chihuahua hasta habló de llegar a crear un banco con raíces locales. Soñaba en un terracista Banco Minero. Ojalá y las finanzas públicas no sean la base para que en dos o tres años más, ambos resulten como dueños de una institución de ese corte, sin más fondos que los que se expoliaron a partir de la situación posicional de ocupar el gobierno estatal, un gobierno por demás que se caracteriza por no trabar la más mínima frontera entre la hacienda pública y la privada.

Una realidad golpea a Chihuahua: su deuda creciente, siempre creciente, patrocinada por un gobierno decadente y en crisis. Por último, los grandes empresarios de Chihuahua, que sí le entiendan a esto del estrés cíclico y el estrés crítico, otrora abanderados contra el populismo de Echeverría y López Portillo, permanecen absolutamente calladitos. Y es que unos le venden como proveedores todos los servicios, el cemento y la cal y hasta las nada apetitosas comidas que se expenden en la antigua morada de Luis Terrazas que se conoce como La Casona.

Quiero recordar que no hay democracia posible sin rendición de cuentas. Que no hay cuentas claras si se carece de auditoría y fiscalización reales. Ese es uno de los cánceres más agresivos que carcome a Chihuahua, donde los gobiernos hacen y deshacen lo que les da la gana y, con base en sus certificadoras, engañan a granel todos los días y cuando sus argumentos no alcanzan ahí está la Auditoría Superior del Estado y el Congreso local para aprobar las cuentas públicas y que todo siga igual, o diferente, porque dos o tres exfuncionarios se convierten en multimillonarios de la noche a la mañana. Caciques como Duarte saben que Peña Nieto, llegado el momento, les puede patrocinar un Fobaproa II.

Si usted es crédulo de esta compañías certificadoras, le recomiendo que se haga escéptico, que dude de sus cartas de buena conducta o de plano no les crea. 2008 deja esa moraleja.



25 Octubre 2013