Conocí al padre Arturo Sosa S.J., general de los jesuitas, cuando estudiábamos teología. Él la hacía en la Universidad Gregoriana de Roma y yo en el teologado de la Compañía de Jesús en México. En ese tiempo vivía en una comunidad jesuita en la Colonia Ajusco, al sur de la ciudad de México, y él vino a pasar unos días con nosotros, para conocer la experiencia.
El general de los jesuitas es venezolano, el primer latinoamericano en ocupar el cargo en casi 500 años de existencia de la Compañía de Jesús, tiene un doctor en Ciencias Políticas, fue provincial de los jesuitas en Venezuela y rector de la Universidad Católica del Táchira.
A mediados de abril, Juan Salvador Pérez de la Revista SIC, que edita el Centro Gumilla, en Caracas, entrevista al padre Sosa. El Covid-19, dice, "nos descubre de un modo inesperado cómo vivimos, cómo hemos organizado nuestra convivencia, cuáles han sido las motivaciones reales para decisiones tomadas en el pasado que hacen más difícil afrontar con éxito una crisis como la que desata una pandemia. Una crisis que descubre la crisis de humanidad, del tipo de sociedad en el que vivimos y hemos llegado a considerar normal".
La pandemia, asegura el general de los jesuitas, debe "abrir nuestros ojos a otras muchas situaciones en las que mueren también decenas de miles de seres humanos sin que nos ocupemos de ellos ni de las injusticias que las causan. Por ejemplo, el colapso de los servicios sanitarios con ocasión de la pandemia puede abrirnos los ojos a los millones de seres humanos permanentemente desatendidos en sus condiciones de vida e impedidos de una vida sana y de ser curados cuando lo necesitan".
Afirma que es lamentable que ciertos gobernantes y líderes políticos quieran "aprovecharse de la pandemia para acelerar la tendencia personalista y autoritaria de un gobierno con escasa legitimidad democrática. O aprovecharse de la pandemia para buscar aumentar el influjo de un determinado Estado en la correlación de fuerzas en el mundo".
La pandemia, plantea el venezolano, "es la ocasión de renovar la conciencia democrática, de pensar una estrategia de reiniciar la producción de bienes y servicios que incluya a los "descartados" y acelere las medidas necesarias para revertir el deterioro del medio ambiente. Es una ocasión para promover la libertad de pensamiento y la libertad de expresión, de abrir las puertas de una educación integral y de calidad a millones de jóvenes que la desean y renovar los sistemas educativos para ponerlos a la altura de las exigencias de los jóvenes de hoy y las futuras generaciones".
"No podemos ser ingenuamente optimistas, sostiene el jesuita, ni pensar que la percepción de la pandemia automáticamente nos une (…) Hay enormes diferencias en las condiciones en las que padecemos la pandemia. La lección que se puede derivar de esta tormenta puede ser muy diversa según la barca en la que se atraviesa. Otra vez los más pobres resultan los más afectados".
Y advierte que "la pandemia está siendo aprovechada por algunos para consolidar su poder o hace crecer sus beneficios particulares en muchos terrenos de la vida. Otros han reforzado sus egoísmos o han confirmado sus miradas discriminadoras. Muchos se han hecho preguntas que no saben responder. Es también responsabilidad de quienes nos sentimos discípulos de Jesucristo, el crucificado-resucitado, no dejar pasar esta ocasión para entender mejor la misión a la que hemos sido convocados y comprometernos en buscar y hallar nuevos modelos de relaciones entre los seres humanos y con el medio ambiente y dedicarnos con todas nuestras energías a ponerlos en práctica".